CONSTRUYENDO LAS CIUDADES DEL FUTURO

Estamos viviendo un momento histórico. El último año cambió de manera repentina el rumbo de las metrópolis y de los escenarios aspiracionales trazados en sus planes de ordenamiento y desarrollo. El crecimiento vertiginoso de las urbes que se iniciaban en la implementación de políticas públicas sostenibles mediante el incremento de áreas verdes, la reducción en el consumo de plásticos y el uso de energías renovables, se vio pausado abruptamente por las restricciones en movilidad, el cese de actividades económicas y nuevas medidas de convivencia derivados del confinamiento obligatorio provocado por la pandemia del Covid-19.

Trabajo, escuela, comercio y esparcimiento pasaron de lo físico a lo virtual. La brecha digital se redujo, obligando a niños y adultos mayores a adoptar el uso de plataformas digitales comúnmente usadas por los jóvenes. Las clases se impartieron por zoom, las reuniones por google meet, el súper se abasteció en línea, y médicos, psicólogos, maestros de inglés y de música brindaron sus servicios por videollamada.

Los gimnasios y clubes deportivos cerraron, y las vialidades, aún sin infraestructura de calles completas, empezaron de pronto a ser usadas como espacios públicos para la recreación y el ejercicio al aire libre, incluso para el paseo de mascotas.

Y nos dimos cuenta que, aunque la emergencia modificó nuestra forma de vivir, la ciudades siguieron funcionando. Nueva dinámica y nuevas reglas con las que ahora nos toca proyectarlas.

Pero no es la primera vez que una epidemia redefine el diseño de las urbes. Los planes de saneamiento que anteceden a los programas de desarrollo urbano, surgieron como respuesta al impacto generado por brotes de enfermedades infectocontagiosas en diferentes momentos de la historia. 

Tal es el caso de Londres, cuando un olor fétido generado por una ola de calor durante el verano de 1858, puso al descubierto descargas de desechos humanos y residuos industriales a lo largo del Río Támesis, los cuales se creía que trasmitían por vía aérea la enfermedad del cólera a través de las “miasmas”, refiriéndose a los vapores y organismos malignos que atentaban contra la salud de sus habitantes. Lo anterior generó un proyecto de alcantarillado que eliminó cerca de 200,000 pozos negros y resolvió a su vez la epidemia mediante el hedor que se creía que la causaba.

La teoría higienista que impulsó el nacimiento de la arquitectura moderna a finales del siglo XIX y principios de XX en Francia, es otro ejemplo de cómo las pandemias redefinen el diseño y la composición de las ciudades. Los grandes ventanales y el volumen de las aulas escolares de dicha época fueron calculados para optimizar la oxigenación y las horas de sol de los jóvenes alumnos que luchaban contra la propagación de la tuberculosis y la insalubridad en sus viviendas. 

A escala urbana, las grandes transformaciones de París promovidas por su entonces presidente Napoleón III y el prefecto Georges- Eugéne Haussmann que “modernizaron” la capital francesa, no sólo fueron acciones de reordenación con criterios de regulación geométrica, la renovación fue global y el proyecto contempló el tema de la salubridad como objetivo importante, cubriendo además varios ejes del urbanismo. Construcción de bulevares, reglamentación de fachadas, espacios verdes, mobiliario urbano, redes de alcantarillado y abastecimiento de agua, equipamientos y monumentos públicos fueron incluidos. Precisamente ese era la misión para la que fue nombrado el Barón Haussmann: “airear, unificar y embellecer la ciudad”. 

Así nace en la planificación el objetivo de lograr ciudades limpias. El agua potable, el drenaje, la arborización, el ensanchamiento de calles son resultado de proyectos de saneamiento del pasado. Hoy nos enfrentamos de nuevo a un virus que nos ha mantenido en el encierro por más de doce meses. Hablamos de salir del confinamiento ante el reclamo de una reactivación económica y de la urgente necesidad de socializar. Pero, ¿Cuáles serán ahora las aportaciones y soluciones al diseño urbano y a la dinámica social que permitan la nueva normalidad?… Cabinas sanitizadoras que garantizan seguridad en accesos, áreas flexibles que funcionan al mismo tiempo como habitación y oficina, escuelas ventiladas y con suficiente infraestructura sanitaria y por supuesto sustentables, backs y escenografías que nos permiten conectarnos de manera virtual a otro lugar sin movilidad alguna, el comercio a domicilio, dispositivos para medir la salud y los datos biológicos, no sólo para el tema clínico sino para el nutricional también. Comprendemos que las ciudades ya no necesitan más redes de drenaje y agua potable sino redes de comunicación. Y por supuesto, conocer su huella de carbono equivalente al impacto de las actividades de sus individuos, organizaciones, productos o territorios para alcanzar la sostenibilidad anhelada.

Pero más allá de la modernidad y de la tecnología actual, aún con el miedo al contagio y la muerte, los ciudadanos añoramos estar juntos, poder interactuar. Ahora ponderando la convivencia al aire libre, refugiándonos en cabañas y casas de campo, reconociendo el verdadero valor de poder respirar. Hoy nuevamente, los tres elementos: aire, agua y sol, vuelven a cobrar valor.

El reto será entonces regresar a lo básico de la mano del desarrollo y la tecnología. Mejorar el acceso a la atención sanitaria, disminuir la brecha digital y brindar condiciones de tranquilidad y “felicidad” a los ciudadanos. Además, reducir significativamente las emisiones de carbono para detener los efectos negativos del cambio climático y disponer del Big Data al servicio de la medicina, la economía , la construcción y hasta de la nutrición, recordando siempre de manera responsable que con un sólo “click” se puede cambiar el rumbo.

Las ciudades del futuro ya no serán aquellas imaginadas con rascacielos de acero, empleados robots y autos voladores; sino las metrópolis que conozcan su capacidad de infraestructura, que garanticen la conectividad total que permita la navegación y el procesamiento de datos. Ciudades habitables con suficiente dotación de equipamiento de salud. Comunidades resilientes con gobiernos locales ocupados por mejorar la seguridad y la calidad del aire, capaces de brindar apoyo y respuesta a contingencias ambientales y de adaptarse a nuevas realidades. Ciudades de sencillez y de innovación. 

Arq. Alicia Lizárraga Cepeda.

Directora de Planeación y Ordenamiento Territorial 

Gobierno del Estado de Nuevo León.